Construido a finales del siglo XVIII, el Hotel Urune es símbolo de la arquitectura de la época.

Urune Hotela es un concepto austero de belleza que entronca perfectamente con la sobria tradición arquitectónica vasca, símbolo de la burguesía de la época. Se cree que fue Antonio Etxebarria, arquitecto de la emblemática Casa de Juntas de Gernika (que acoge el simbólico Árbol de Gernika), quien construyó Urune.

Fue construido a finales del siglo XVIII, alrededor del año 1780. Una característica particular de esta casa son los barrotes de hierro de sus ventanas, colocados como protección de los conflictos bélicos que se daban en esa época: la Guerra de la Independencia (1808-1814) y la 1ª Guerra Carlista (1833-1840). Así mismo, Urune fue refugio de fugitivos del régimen franquista en la Guerra Civil. Se escondieron en una alcoba cuya entrada estaba camuflada por un armario de grandes dimensiones.


Urune, llamado anteriormente Urigüen, significa en euskara la parte más alta de la villa, siendo URI villa y GUEN o GOIEN, alta.

La ubicación de este caserío hace honor a su nombre ya que está situado en las laderas más altas del monte Atxeli con excelentes vistas de Gernika-Lumo y del estuario de Urdaibai. El nombre de Urigüen, con el paso de los años y el uso del lenguaje se ha transformado en Urune.

En el Hotel Urune se puede observar junto a la pared posterior de la casa, una encina centenaria. Era habitual, en los caseríos más expuestos, que se plantara un árbol de hojas perennes, creando una barrera natural que evitara la fuga de calor. Durante la obra de rehabilitación del hotel se derribó un enorme pino que protegía la parte trasera de la casa.

Es propio que el apellido de las familias se derivara del nombre del caserío, por ejemplo, Magunagoikoetxea, que significa en euskara la casa de arriba del barrio Magunas (Goiko=de arriba y Etxea=casa).

La casa tenía para los vascos un carácter sagrado de templo familiar que fue recogido por algunos etnógrafos como José Miguel de Barandiaran. En ella se entremezclaban los elementos mágicos cristianos con abundantes referencias más primitivas, pertenecientes a un arraigado universo mítico naturalista.

Muchas de aquellas prácticas –que todavía sobreviven parcialmente como gestos tradicionales, aunque sin su antiguo contenido de fe- tenían como fin invocar al cielo o a otras fuerzas invisibles para la protección de la casa y de la familia que moraba en su interior.